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viernes, 29 de diciembre de 2017

LOS TOROS, ACONTECIMIENTO NACIONAL

Los toros como acontecimiento nacional. Una reflexión del profesor Enrique Tierne Galván

domingo, 7 de agosto de 2016

UNA OPINIÓN SOBRE EL ANIMALISMO


¿Qué opinión le merece el animalismo?
Totalmente disparatado. Hubo uno del PSOE, Garrido, que presentó la moción para reconocerles derechos. Decir que tienen derechos es un absurdo. Incluso, en el colmo, les quieren extender los derechos humanos. Claro, como nadie sabe lo que son los derechos humanos... Fundamentar los derechos humanos en el hecho mismo de su reconocimiento es como el gesto del barón de Munchausen de sostenerse agarrándose de los pelos.
Gustavo Bueno

viernes, 15 de julio de 2016

CINCUENTA RAZONES PARA DEFENDER LAS CORRIDAS DE TOROS

Francis Wolff 

Cincuenta razones para defender  
la Corrida de Toros  

Traducido del francés por Luis Corrales y 
Juan Carlos Gil 


¿Le gustan las corridas de toros?  
¡Sepa defenderlas! 
¿No le gustan las corridas de toros?  
¡Sepa comprenderlas! 



Prefacio 


Desde hace algunos años ha comenzado una nueva batalla contra la fiesta de los toros. Diversos tipos de prohibiciones han sido propuestos; han  intentando por un lado restringir el acceso de los menores, como en Francia o en el País Vasco, y por otro prohibir directamente las corridas de toros, como en Cataluña. La restricción, por el momento, ha perdido, la prohibición podría ganar un día de éstos. Esta brusca movilización antitaurina ha tenido como consecuencia, en Francia, la creación de una organización que aglutina a todas las asociaciones (de aficionados, de profesionales  y también de políticos) implicadas en la defensa de las corridas de toros, denominada el “Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas”, cuya misión es  la vigilancia permanente sobre las iniciativas antitaurinas: se ha convertido en el único interlocutor legítimo ante los poderes públicos para tratar de estas cuestiones. En Cataluña existe la Plataforma para la Promoción y Difusión de la Fiesta, que desarrolla un trabajo análogo pero en situación de urgencia, dadas las amenazas inmediatas que se ciernen sobre las corridas de toros en esa comunidad. Y la Mesa del Toro, formada inicialmente sobre todo por  profesionales, es la que toma iniciativas similares en todo el estado español, e incluso en la Comunidad Europea. 

Esta pequeña obra, que no tiene ningún afán comercial ni literario, nace con el propósito de contribuir al esfuerzo explicativo en defensa de las corridas de toros, que las mencionadas organizaciones llevan a cabo. El único objetivo es ofrecer un resumen de los principales argumentos a favor del mantenimiento de las corridas de toros en las zonas donde están 
tradicionalmente implantadas. Muchos de los argumentos figuraban ya, de una u otra forma, en mi Filosofía de las corridas de toros, Bellaterra, 2008, donde proponía desvelar el sentido y los valores éticos y estéticos de la tauromaquia. 

Este libro fue escrito en un época en la que las campañas abolicionistas no habían comenzado abiertamente y, por tanto, no tenía el objetivo apologético que algunos le han querido ver. Los argumentos para “defender” las corridas de toros se encontraban puesdispersos entre propuestas más fundamentales. En el transcurso de las numerosas discusiones trabadas tras la aparición del libro, quedó clara la necesidad de que esos argumentos fueran recogidos y sistematizados en una pequeña obra sintética y accesible. Y es justamente lo que  hemos hecho: rescatarlos y completarlos con aportaciones surgidas del desarrollo de esas discusiones. Ésta es la única pretensión de este texto: un arma para una batalla que creemos justa. Las corridas de toros no son sólo un magnífico espectáculo. No son sólo disculpables sino que además son defendibles porque son moralmente buenas.

En las siguientes páginas, no hay ninguna explicación sobre la historia de la fiesta, el desarrollo de las corridas, la técnica y la estrategia de la lidia, las características de las diferentes ganaderías de toros, ni de las diferencias entre las escuelas taurinas y los estilos de los toreros. Todo eso se encuentra fácilmente en excelentes obras. Tampoco se encontrará aquí uno de los más potentes argumentos a favor del mantenimiento de la fiesta de los toros en los países taurinos: las razones económicas. Aunque es cierto que, en España, en el sur de Francia y en América Latina, la fiesta taurina mantiene decenas de miles de empleos directos e indirectos y constituye una importante fuente de ingresos para las administraciones estatales, regionales y locales, este argumento no vale nada si las corridas de toros fueran inmorales como, por ejemplo, lo son el tráfico de drogas o el de animales de especies protegidas. 

Nos situamos en el exclusivo plano de los valores. Porque pensamos que si las corridas de toros desapareciesen de las regiones del mundo donde hoy son lícitas, sería una gran pérdida tanto para la humanidad como para la animalidad. 


Introducción 

Sensibilidades


Sólo hay un argumento contra las corridas de toros y no es verdaderamente un argumento. Se llama  sensibilidad. Algunos pueden no soportar ver (o incluso imaginar) a un animal herido o muriendo. Este sentimiento es perfectamente respetable. Y no cabe duda de que la mayor parte de los que se oponen a las corridas de toros son seres sensibles que sufren verdaderamente cuando imaginan al toro sufriendo. El aficionado tiene que admitirlo: mucha gente se conmueve, e incluso algunos se indignan con la idea de las corridas de toros. 

El sentimiento de compasión es una de las características de la humanidad y una de las fuentes de la moralidad. Pero los adversarios de las corridas de toros tienen que saber que los aficionados compartimos ese sentimiento. Sin duda, esto es algo difícil de creer por todos aquéllos que piensan sinceramente que asistir a la muerte pública de un animal (lo que es un aspecto esencial de las corridas de toros) sólo lo pueden hacer gentes  crueles, sin piedad, sin corazón. Ahí radica su irritación, su arrebato, su animadversión a las corridas de toros. Es difícil de creer y sin embargo es absolutamente cierto: el aficionado no experimenta ningún placer con el sufrimiento de los animales. 

Ninguno soportaría hacer sufrir, o incluso ver hacer sufrir, a un gato, a un perro, a un caballo o a cualquier otra bestia. El aficionado tiene que respetar la sensibilidad de todos y no imponer sus gustos ni su propia sensibilidad. Pero el antitaurino debe admitir también, a cambio, la sinceridad del aficionado, tan humano, tan poco cruel, tan capaz de sentir piedad como él mismo. Es difícil  comprender la postura del otro pero hay que reconocer que, en cierto sentido, el aficionado tiene las apariencias en contra. Por eso su posición necesita una explicación. 

La sensibilidad no es un argumento y sin embargo es la razón más fuerte que se puede oponer  contra las corridas de toros. El problema consiste en saber si es suficiente: ¿la sensibilidad de unos puede bastar para condenar la sensibilidad de otros? ¿Permite explicar el sentido de las corridas de toros y la razón por la que son una fuente esencial de valores humanos? ¿Puede bastar para exigir su prohibición? 

El autor de estas líneas garantiza que nunca ha podido soportar el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo del pescador de caña – lo que efectivamente es una cuestión de  sensibilidad. Pero nunca se le ha pasado por la cabeza condenar la pesca con caña ni tampoco tratar al pobre pescador de “sádico” y aún menos exigir a las autoridades públicas la prohibición de su inocente ocio, que ofrece probablemente grandes placeres a los amantes de esa actividad. (Sin embargo, se “sabe” perfectamente que los peces heridos “sufren” agonizando lentamente en el cubo, e indudablemente  más que el toro que pelea. Pues bien… La fiesta de los de toros suscita en los detractores más motivos de indignación y, sobre todo muchos más fantasmas insoportables, que el eventual sufrimiento objetivo del animal). 

Tenemos también algunas razones para pensar que la pesca deportiva con caña ni tiene el mismo arraigo antropológico ni es portadora de valores éticos y estéticos tan universales 
como la fiesta taurina.  

Una cosa es extraer las consecuencias personales de la propia sensibilidad (por eso, yo no voy de pesca) y otra muy distinta es hacer de dicha sensibilidad un estándar absoluto y  considerar sus propias convicciones como el criterio de verdad. Ésa es la definición de la intolerancia. Cada cual es libre de convertirse al vegetarianismo, o incluso a la vida “vegana”: nadie prohíbe a nadie abrazar ese modo de vida y las creencias que lo acompañan. Pero otra cosa es querer prohibir el consumo de carne y de pescado, incluso de leche, de lana, de cuero, de miel y de “todo lo que proviene de la explotación de los animales”. De igual manera una cosa es prohibirse a sí mismo ir a las plazas de toros y otra muy distinta es ¡querer prohibir el acceso a los demás!

De igual manera que el aficionado no debería hacer  proselitismo o intentar exportar la fiesta de los toros fuera de sus zonas tradicionales, el antitaurino no debería hacer demostración de intolerancia intentando prohibir las corridas de toros allá donde están vivas. Por lo que en estas páginas sólo pediremos al lector, sea el que sea, dos cosas: escuchar las sensibilidades y respetar los argumentos. Es evidente que la mayoría de la población de los países o regiones concernidas (España, Francia, Portugal y América latina) no es ni aficionada ni antitaurina. Es globalmente indiferente y estima que hay otras causas que defender antes que la de la fiesta taurina (la gente tiene generalmente otras pasiones) o la del bienestar de los toros de lidia (ya hay bastantes desgracias en la tierra). En ese sentido, los toros ocupan uno de los últimos lugares en la lista de las preocupaciones de los militantes serios de la causa animal cuando los comparan con la ganadería industrial, el tráfico internacional de animales, ciertas condiciones de transporte y de experimentación animal… 

Entre los pocos que conocen la fiesta, aunque sea superficialmente, muchos de ellos estiman que los (supuestos) maltratos achacables a  las corridas no tienen parangón con las verdaderas urgencias y los verdaderos escándalos de la causa animal. Este no es el lugar donde establecer  la lista. Incluso algunos teóricos serios de esta causa confiesan, eso sí con la boca pequeña, que las corridas de toros no son más “perjudiciales” para los toros que lo serían las carreras hípicas para los caballos. (Por los mismos motivos, ¿se  prohibirían las carreras de caballos? ¿Qué quedaría entonces del último vínculo entre el hombre y el caballo?) 

La desgracia es que en la actualidad prolifera una  cierta moda oportunista, vagamente naturalista, vagamente compasiva, vagamente “verde”, vagamente “victimista” y sobre todo completamente ignorante tanto de la naturaleza animal como de la realidad de las corridas de toros. Esta coyuntura suscita simpatía con cualquier causa animal de manera tan espontánea como irreflexiva y por tanto despierta la antipatía inmediata contra la fiesta de los toros. Así, para un gran número de personas, ¿no es cierto que las corridas de toros son ese espectáculo bárbaro donde se matan en público pobres animalitos? Entonces, para garantizar el éxito de las campañas antitaurinas, basta con que unos cuantos militantes exaltados recurran a algunas imágenes impactantes de la televisión, a algún eslogan (“¡tortura!”) y a alguna injuria (“¡sádicos!”) simplistas. 

En el fondo, lo más sorprendente es la pasión absolutamente desenfrenada que suscitan las corridas de toros y que está en total desproporción con lo que suponen. Incluso aceptando las acusaciones más graves y más falsas de sus detractores (justamente lo que intentaremos refutar en las páginas siguientes).

Se debería imparcialmente convenir que el pretendido  mal causado a los animales (durante unos pocos minutos a unas pocas bestias que han vivido previamente de manera tranquila y libre durante cuatro años) es incomparable con las condiciones de “vida” (si es que podemos llamar a eso vida) de la mayoría de animales que se crían para el consumo humano, y que apenas suscitan alguna puntual reprobación y nunca potentes movimientos de indignación o de rechazo. (Y no hablaremos de todos los sufrimientos, aflicciones, penas, frustraciones, calamidades, carencias, privaciones, miserias, desgracias de todo género que afectan a los hombres del mundo que son moralmente de un peso infinitamente superior al del malestar  animal y que provocan impotentes protestas rápidamente olvidadas). En Francia, los periodistas radiofónicos confiesan que hay dos temas de los que no se pueden ocupar, a pesar de todas las precauciones tomadas, sin recibir miles de cartas de protesta trufadas de injurias y terribles acusaciones de “haberse vendido al lobby” adverso. Estos asuntos son las corridas de toros y el conflicto palestinoisraelí… Da vergüenza este paralelismo, ¡pero las pasiones humanas son así! 

Muchas razones pueden explicar que los toros provoquen pasiones incontestablemente desproporcionadas en relación a la “causa animal” y sobre todo en relación a las desgracias del mundo. A continuación intentaremos detallar algunas. El objeto de las más fuertes emociones colectivas es siempre irracional. Estas emociones entroncan antes con los males espectaculares y quiméricos, siempre que impresionen la imaginación, que con las grandes desgracias reales. Esto es así tanto en la causa animal como en la causa, mucho más trascendente, de la humanidad. 

Un militante honesto de la causa animal, discípulo del filósofo utilitarista Peter Singer, autor del best-seller  Liberación animal, me dijo un día: “el criterio esencial del bienestar animal, el único por el que deberíamos luchar, reside en las condiciones de vida”. Y habrá que convenir que, desde este punto de vista, las corridas de toros podrían recibir una certificación de buena conducta de las asociaciones más exigentes de defensa de los animales. 

Se encontrarán en las páginas siguientes tres tipos de argumentos. Primero los que responden a las acusaciones más graves que se formulan contra la fiesta de los toros (argumentos [1] a [18]). Sin embargo, aunque las corridas de toros no fueran  esa práctica abominable que sus detractores imaginan o quieren hacer creer, eso no bastaría para hacer de ellas algo bueno, bello o incluso interesante. Hay que poner en evidencia sus valores (argumentos [19] a [43]). 

Finalmente, conviene preguntarse: las campañas animalistas contra la fiesta taurina ¿no son potencialmente peligrosas tanto para nuestro concepto de humanidad como para nuestro concepto de animalidad  (argumentos  [44] [50])? 


¿Son tortura las corridas de toros?



Calificar las corridas de toros como “tortura” se ha convertido en un eslogan corriente para los militantes de la causa antitaurina. Todo detractor serio de la fiesta de los toros tendría que avergonzarse de semejante ofensa. Salvo que se acepte traicionar el significado de las palabras. ¿Qué es torturar? Es hacer sufrir voluntariamente a un ser humano indefenso, ya sea por puro placer (cruel o sádico), ya sea para obtener algún beneficio como contraprestación de ese sufrimiento (una confesión, una información, etc.). Por estas cinco razones, las corridas de toros se oponen radicalmente a la tortura. 

[1] Las corridas de toros no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal La tortura tiene como objetivo hacer sufrir. Que las corridas de toros impliquen la muerte del toro y consecuentemente sus heridas forma parte innegablemente de su definición. Pero eso no significa que el sufrimiento del toro sea el  objetivo – de hecho no más que la pesca con caña, la caza deportiva, el consumo de langosta, el sacrificio del cordero en la fiesta grande musulmana o en cualquier otro rito religioso. Estas prácticas no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal, aunque puedan tener ese  efecto. Si se prohibieran todas las actividades humanas que pudieran tener como efecto el sufrimiento de un animal, habría que prohibir un importante número de ritos religiosos, de actividades de ocio, y hasta de prácticas gastronómicas, incluyendo el consumo normal de pescado y carne, que implica generalmente estrés, dolor e incomodidad para las especies afectadas. 

Las corridas de toros no son más tortura que la pesca con caña. Se pescan los peces por desafío, diversión, pasión y para comérselos. Se torean los toros por desafío, diversión, pasión y para comérselos.  .

lunes, 1 de febrero de 2016

"YO NO HAGO COMO EL QUE HAGO"

Curro Romero ha dicho en diferentes sitios palabras esclarecedoras sobre su concepción de la Tauromaquia. Merece la pena hacer un análisis, no demasiado pormenorizado para que no pierda la magia, de las mismas porque contienen un modo de pensar y actuar al que ha sido fiel desde sus inicios como aficionado. De su estudio -otra vez con Belmonte y su frase de "se torea como se es"- aparece una filosofía taurina que resulta, incluso para el no taurófilo, de lo más arrebatadora. Encierra la visión de alguien que ha conseguido traspasar el umbral del espacio de lo heroico para instalarse dentro del terreno inefable del misterio. Quien no vive como piensa termina pensando como vive. Curro Romero ha sido de los pocos y afortunados mortales que pueden decir que siempre han vivido según su pensamiento. Ahí encierra parte de todo su misterio. Sobre su concepción del toreo ha dicho:




Hay que hacer las cosas como le salen a uno.
Torear es usar la razón pero también la intuición

Es lo diametralmente opuesto a los toreros que mandan la faena por fax cuando el contrato. En la improvisación consciente se basa el uso de la razón. Su labor en cada segundo de los no muchos minutos que está en la cara del toro viene definida por tres premisas básicas: las condiciones del toro, la técnica -fruto de la inteligencia que facilita el hacer a cada toro lo que requiere en ese instante- y el estado anímico del sujeto.

Frente a los quehaceres acartonados con premeditación y mediocridad de los que traen pensado desde el hotel qué les van a hacer al toro, con lo que se puede ir cantando por adelantado el trtasteo, Curro Romero reclama la primacía de la inspiración y cada faena es un canto sublime al momento presente.





El toreo es como acariciar

Se ha especulado un montón, casi siempre por gente un tanto alejada del mundo taurino aunque intelectualmente adictas a la Fiesta, sobre la relación amorosa, poco más o menos de pareja, que toro y torero establecen. Curro no teoriza, lo expresa con sencillez sin dejar de tener en cuenta que algo hay de común entre ambos. Así al toro al que le puede hacer "lo suyo" es para Curro más un compañero que un enemigo. La caricia es un gesto que brota del afecto. Muestra el cariño hacia la res, permite la creación artística y, además posibilita la fidelidad a un sentimiento y a una concepción. Por narices que ha de chocar mucho semejante actitud con las patadas, desprecios, incluso cabezazos, con que algunos espadas tratan a los toros devaluando hasta lo grotesco la esencia misma del toro de lidia. Por desgracia la degradación comienza ya en demasiadas dehesas donde, por expreso imperativo del mercado taurino, le rebajan en exceso la casta.




Ay, tonta, que no quieres que te mime

Esta frase de Curro va del brazo con la que se comentó arriba. Es indicadora de la forma que Romero tiene de concebir la relación que se constituye entre ambos. Torear una res para Curro es mimarla, tratarla con delicadeza; y para ello nada mejor que hacer caricias. Por eso cada muletazo, frágil y consistente a la vez, expresa la cariñosidad del trato. Si una res no se deja mimar es ella la que pierde. Ni es materia prima sobre la que poder crear ni queda ennoblecida. No deja ningún tipo de rastro en la memoria.




Torear es convertir algo violento en algo bello

Su concepto es creativo cien por cien. Sabe bien por experiencia que la tauromaquia es una lucha a muerte entre la fuerza bruta del toro y la inteligencia del espada. Mas no entiende por qué ha de ser siempre así cuando el destino de ambos es entenderse y compenetrarse.

El toro así, se convierte en efímera materia prima sobre la que moldear una obra de arte. Con ello Romero pretende "convencer" al toro de que se dejen de querellas para metamorfosear la pelea en colaboración. Cuando se aunan la capacidad del torero de crear belleza y la del toro de someterse a este dictado los dos quedan engrandecidos.




Saber que llevas dentro verdad, te da una seguridad enorme

Nada mejor para tener, y perpetuar, una conducta que la confianza en uno mismo y en la bondad y/o veracidad de lo que se tiene. Es la coherencia en los actos. Por eso, Curro Romero cuando el toro que tiene delante no se deja mimar o no lo puede acariciar, opta por quitarse de allí lo antes posible.

Pudiendo hacer un papelito y taparse de ojana ante los pseudo-exigentes, más de uno berrendo en lelo, es capaz de soportar broncas y escandaleras -nunca humillaciones porque los que tiran rollos de papel higiénico se humillan a sí mismos-, con tal de ser fiel a su concepto.




Quieren que haga como el que hago, pero yo no hago como el que hago

Es la mayor declaración de autenticidad que se pueda oíir. La seguridad interna en su verdad interior le conduce a no tener que realizar ningún teatrito para poder seguir gozando del favor del público y de los profesionales, que son los que de verdad validan. No se trata de cumplir; la cuestión es otra bien distinta. Es poder realizar aquello para lo que sale a la plaza.

Curro, en el momento de contrato, se ofrece para crear una obra de arte si los toros se dejan. Eso es lo que pretende y todos lo saben. Si el enemigo no gasta las condiciones requeridas por Curro, no tiene por qué aparentar nada. El falso empeño es autoengaño y en el fondo, fraude para el público. Este a remate de cuentas se lleva lo mismo a su casa.




Esto es un arte y de grandeza, no es una guerra

La sublimación como mecanismo psicológico no es la negación de algo, es una transformación en algo superior. La Fiesta está preñada de lucha, entrega y pulso; mas hay veces en que esa dimensión puede quedar superada; verbi gracia por el arte. Así la Tauromaquia queda revaluada en la incesante búsqueda de una estética superior.

Sin duda que la lidia en su sentido estricto tiene mucho de armónico. Genera una cierta sensación emotiva y, por supuesto, bella. Mas ese atractivo queda disminuido cuando la emoción producida es consecuencia de la contemplación de una obra de arte. El reconocimiento del espectador es bien diferente para cada caso. En una se valora la destreza, el corazón y está en permanente presencia la sensación de riesgo. La emoción es la tónica.

En el otro caso no hay valoración, hay contemplación. Hay una situación casi de éxtasis y es el goce compartido la sensación predominante.




Más que en otras cosas, me fijo en las ideitas que tiene el toro

Para lo que Curro Romero procura es accesorio el volumen o puntas del toro. Corren días en que afeitar es la fruta del tiempo. Hay toreros que lo exigen como condición sine qua non y pocas son las plazas que pueden decir que están vírgenes en este asunto de la barbería.

Pues bien; Curro jamás se ha planteado la cuestión de las puntas. Al que sirve para lo suyo, lío gordo por astifino y ofensivo que sea. Si no entra dentro de sus esquemas, aunque lleve pitones de corrida de rejoneo, nanai de la China.

Son las "ideitas" las que convierten, o no, al toro en compañero de tarea. Y es que hay toros que tienen dos leznitas en las puntas y, de nobles que son, no saben para qué las tienen.




De no haber sido torero no sé qué hubiera sido, quizás pastor para estar en el campo

La base de la Fiesta es el toro. Sin toro no hay posibilidad de Tauromaquia. Es más, nació, casi desde los mismos orígenes de la cultura, teniendo como eje central el toro. Y, éste, tiene olor campero por donde que se le mire. Los vientos de crisis que actualmente soplan para la Fiesta son tributarios en gran medida de la quiebra de la cultura agrícola. La gente de campo es figura cada vez más escasa. La hondura de la sabiduría campesina, el sistema de relaciones que produce, la sencillez y lo primario de sus reacciones e intereses, colisionan con la cultura urbanita en boga donde prima la velocidad, la "rentabilidad" de los vínculos, la distancia física y psíquica y tiene abundancia de relaciones descafeinadas.




El torero siempre quiere estar bien

Desorientadillos andan quienes afirman que Curro torea bien cuando quiere. Por él, todas las tardes estaría enorme; lo que ocurre con más frecuencia de la que los curristas quisieran es que la materia prima que sale por chiqueros no se deja cincelar a gusto. Y si no es apropiada, ya se sabe, nada de "hago como el que hago..."




Tener miedo es señal que mi cabeza funciona perfectamente

Decía Luis Miguel Dominguín que el valor consiste en un miedo que vence a otro miedo mayor. Es impensable que un torero no tenga miedo cuando se tiene que poner delante de una feria. Si no lo tiene la cosa es de psicoanálisis.

En la plaza sufren los toreros de muchos miedos diferentes: el toro, él mismo, la responsabilidad, que le ganen la pelea...Mas cuando el miedo-valor vence al miedo-miedo se está en condiciones de torear. Entonces Curro se los pasa muy cerca y muy despacito después de haberlos cogido de largo; y tanto las plantas de los pies como el acompañamiento de cintura, indican que no está Romero en disposición sino de quedarme allí para seguir toreando.




Cuando tengo una tarde negra tengo una pena que estoy deseando vestirme otra vez de torero y expresar esa misma pena

El primero que siente una frustración gorda cuando el toro no embiste a modo, es Curro Romero. Los espectadores también y por eso forman los líos que forman. El torero siente también dolor por la gente que ha ido a verlo y no poder complacer sus deseos. Esa pena que poco después se torna en rabia termina convirtiendose en incentivo para torear bien la próxima vez. Ya se expresa otro elemento más, esa pena, sobre aquello que decía Rafael "El Gallo": "Torear es tener un misterio que decir, y decirlo".

Por tanto la tauromaquia según Curro Romero surge de una relación afectuosa entre un ser criado para sacrificarse como compañero y alguien capaz de hacer dulces los últimos momentos de su vida. Están unidos de forma indisoluble aunque no se conocieran previamente.

La seguridad en su concepción le ha permitido llevarse un montón de años sin cuajar una faena con la esperanza de poderla realizar en otro momento. El público lo entiende y lo espera. Porque cuando expresa sus sentimientos...
Luis García Caviedes
Curro Romero, Mito de Sevilla
Signatura Ediciones
2ª Edición, 1996

sábado, 26 de abril de 2014

domingo, 6 de octubre de 2013

LOS PROBLEMAS DE LA FIESTA

La tardanza en blindar los toros ha dejado al descubierto la dejadez de los taurinos durante décadas. Además desde hace tiempo la Fiesta arrastra otros problemas que se han agravado en los últimos años.
 
 
 
Hubo un tiempo en el que los toreros no se daban besos ni abrazos en el patio de cuadrillas antes de torear. La efusividad con la que hoy se desean suerte la mayoría de toreros nada tiene que ver con lo que sucedía en la época de Antonio Ordóñez o Luis Miguel Dominguín, a quienes resulta complicado imaginar en tales circunstancias. Este cambio radical en las formas quizá sea un reflejo más de la transformación que la tauromaquia ha sufrido en las últimas décadas. Ahora los aficionados echan de menos los enfrentamientos de verdad, los duelos –y no los mano a mano de hoy, que de tantos como hay ya no se los creen ni los propios protagonistas– entre las dos figuras del momento cuya rivalidad trascendía más allá de la plaza. Sí, eran otros tiempos.
En los últimos días algunos han echado las campanas al vuelo por la declaración de la Tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial, si duda, un paso importante en el blindaje de la Fiesta. Sin embargo, la realidad es que para haber llegado hasta aquí fue necesaria la prohibición de los toros en Cataluña. La dejadez de los propios taurinos durante todo este tiempo se une a otros problemas que la Fiesta viene arrastrando en las últimas décadas. Para señalar los males de los toros y hacer autocrítica, LA GACETA ha hablado con los críticos Domingo Delgado, Ricardo Díaz Manresa (ex presentador del programa Clarín de Radio Nacional), el ganadero Ricardo del Río (ganadería Victoriano del Río), el torero (retirado) Eduardo Dávila Miura y el cronista taurino José Antonio del Moral.

viernes, 13 de septiembre de 2013

EL TORO DE LA VEGA

Lo que acontece en Tordesillas es brutalidad gratuita, por eso quienes aman la tauromaquia no lo hacen por el esperpento pueblerino, sino por ver en la plaza a las figuras del toreo.
Si yo fuera antitaurino difundiría al máximo lo que cada año ocurre en Tordesillas (Valladolid) con el Toro de la Vega. Es la mejor manera de ganar partidarios para la causa abolicionista, ya que lo que acontece en el pueblo vallisoletano no es más que un canto a la brutalidad gratuita en una tradición que nada tiene de épica ni de artística.
Claro que los motivos que alegan los animalistas para prohibir esta populachera tradición es que los toros y el resto de animales tienen derechos, un argumento cargado de estupidez y relativismo, pues iguala al hombre con una cucaracha.
 

domingo, 14 de julio de 2013

EL IMPACTO ECONÓMICO DE LA FIESTA TAURINA

Dice el periodista Juanma Lamet que los toros "son un romanticismo cultural tan profundo y tan lleno de verdad que no pueden evitar dejar una gran huella económica, casi como un accidente necesario e imprescindible". En Libre Mercado nos hemos reunido con el profesor Juan Medina (Universidad de Extremadura) para ponderar el alcance de esa "huella económica" de la tauromaquia, un sector del que rara vez se habla desde el punto de vista que abordamos en la entrevista que sigue.
 

domingo, 17 de febrero de 2013

RAZONES DE LA LIDIA

Sonaron los clarines y timbales en la Monumental de Barcelona y en los tendidos ya no cabía un alfiler. La expectación era máxima ante el cartel formado por Morante de la Puebla, El Juli y José María Manzanares, pero sobre todo, porque se trataba de la penúltima corrida de toros en Cataluña tras la prohibición aprobada en el Parlament. En uno de los tendidos de sol se encontraba Loana, una joven antitaurina que pisaba la plaza por primera vez gracias a la generosidad y paciencia de su padre, un aficionado de los que aún utilizaban el término Fiesta Nacional. Albert quería aprovechar la penúltima oportunidad de explicarle a su hija en qué consiste una corrida de toros y, de paso, desmontar algunos tópicos sobre la Fiesta.
 
 
 

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